La semana pasada estuve con mis chicas y mis amigos en San Sebastian. Aunque para ir a esta preciosa ciudad no es necesaria ninguna excusa, ni motivo, esta vez si lo había, mi amigo Luismi corría la maratón de esta ciudad, ¡hay que echarle huevos!, cuarenta y dos kilómetros y pico, corriendo sin parar. Hombre te puedes parar, pero si lo haces o llegas más tarde o no llegas. Bueno pues éste, el Luismi, de tirón, a su ritmo, sin pestañear, sin despeinarse, y cuando acabó, y envuelto en una manta de esas que les ponen a los cadáveres en el anatomico forense, dice: "¡hala que me ducho y nos vamos a comer a Astigarraga". Yo que llevaba tres horas viéndo como corría la gente, estaba "devorao" de hambre y digo, ni Astigarraga ni hostías, comemos aquí y "rapidico", que ni estaba el tiempo para viajar mucho, ni el estómago me permitía meterme en carretera.
He empezado por el final, pero era para situar el porqué estaba yo allí. Estábamos en un cuatro estrellas, y despues de un sábado de los típicos pinchos del casco viejo, y de una cena acorde a la situación nos fuímos a dormir. Al día siguiente nos levantamos y al desayuno, de los de tipo hotel, de buffete, y es ahí donde quería llegar:
Huevos revueltos (que no fritos, ni tan siquiera en tortilla), café americano (no ví a ningún cowboy por allí), bacon frito (no panceta, ni papada), cornfles (ni tan siquiera sé si se pone así y no voy ni a mirarlo, en lugar de unas torrijas "de las de antesmás"), pan de molde (en lugar de una hogaza por su sitio o cuando menos una buena barra de pan) etc. etc.etc.... Y yo que soy más simple que un gua, no necesito más que un par de cosas, un bocadillo de chorizo o de jamón y un buen vaso de vino tinto. ¡Hay amigo!, ¿y dónde cojones hay un vaso de vino en estos buffetes?. Lo pedí con educación y me dijeron que no había pero que iban a subir a la cafetería a por uno, pregunté si tenía que pagar algo y me dijeron, si es uno sólo no, pero con cara de decir: ¡Vaya borrachinga que es este tío!. Estando en la ciudad donde más estrellas michelin hay por metro cuadrado, y habiendo pagado ciento noventa euros por dormir y desayunar lo de no poder conseguir con facilidad un vaso de vino, que no una botella, me deja perplejo, no sé a ustedes.
La próxima maratón de mi amigo Luismi, posiblemente sea la de Nueva York, quizás sea más fácil encontrar allí una tortilla de patata y un vaso de vino del Campo de Borja.
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