En el mundo del vino, he conocido un montón de buena gente, cuanto mejor son en su profesión o cargo, mejor son como personas, pero la pasada semana conocí a un par de tontolabas. En realidad no los conocí, porque no quisieron conocerme.
Fuí a comer a un gran restaurante de Zaragoza, donde me tratan de maravilla, y tras sentarme en la mesa, el jefe de sala y sumiller, me preguntó con discrección: "¿sabes quién son los de la mesa de al lado?". Yo le contesté: "Por mi trabajo, es mi obligación conocer a quién tengo enfrente".
La persona que tenía enfrente es un destacadísimo personaje del mundo del vino español, y estaba acompañado por dos enólogos aragoneses. El sumiller me dijo que cuando se levantasen me los presentaría, aunque le dije que no se preocupase. El caso es que al levantarse el sumiller estaba en otra sala, y quedaron un poco lejos de mi mesa cuando este fué a despedirlos. Les dijo: "Os voy a presentar al propietario de una vinatería de Tarazona". La respuesta de los tontolabas enólogos aragoneses fué que tenían mucha prisa, yo lo oí perfectamente, igual que ví por el rabillo del ojo que el personaje destacado se quedó con cara de decir: "Pues que poco nos costaba saludarlo, a mi casi me apetece".
El sumiller se excuso más tarde conmigo, yo le dije que lo había oido todo y que para mí no resultaba importante conocerlos y esto lo digo ahora, no quiero conocerlos nunca, es más sus vinos no estarán en mi casa, y no seré yo quién los venda, pues para mí un vino es más grande, cuanto mejor persona es quién lo hace.
No voy a decir vuestros nombres, no está este blog creado para hacer el mal a nadie, ni en este caso, además peor para vosostros ya que este blog podría haber hecho que por lo menos alguién os conociera. Sólo os pido, menos creérselo y más hacer mejor vino.
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