En el mundo del vino de los últímos años se ha empezado la casa por el tejado. Eran tiempos de bonanza económica para algunos, y todo el mundo quería tener una bodega, ilusos. En estos tiempos pasados donde las visas de empresa pagaban todos los dispendios de los de corbata, y de alguno sin corbata pero con un cochazo que te cagas a la puerta de su pequeña empresa, todo el mundo creía que la mejor inversión por lo visto, debía de ser tener una bodega para fardar en los restaurantes de vino y que las visas propias y las de los demás de su ralea, pagasen esos vinos.
¿Cómo seguir creando la casa por el tejado?. Pues bueno ahora hay que crear una etiqueta y unas buenas cajas. Normalmente buscan diseñadores de última ola, pero siempre hay algún hortera que coloca algún escudo heráldico en la botella y le pone el nombre del marqués de no se dónde.
¿Qué nos queda?. Inventarnos un rollo que contar. Los viñedos son los más viejos del lugar, centenarios, los métodos de elaboración la rehostia y luego se inventan alguna pequeña tontada que ni pega ni junta, pero que les parece simpático contarla.
¿Qué más?.Si puede ser preparamos un montaje de turismo enológico, para coger a los gilipollas que viajan por las bodegas y zonas de vino, preguntando más tontadas que "pa que", y creyéndose las tontadas que los demás les cuentan, cuando en realidad son adictos a la Coca Cola, o en el mejor de los casos beben alguna cerveza suelta. Normalmente, este tipo de individuos, suelen vestir con ropa y botas de montaña de última generación, o de las baratas del Decathlon, pero esto último es una observación propia.
Bueno pues ya lo tenemos todo. ¡Hostias, se nos ha olvidao el vino!. Algo habrá que meter en nuestra bodega de diseño, para llenar nuestras botellas de diseño, y contarlo en nuestra página web de diseño.
¿Y quién cojones sabe hacer vino aquí?. Se miran todos y dicen, contratamos al enólogo volador, así se llaman "Fly Winemakers", dicho en fino, bueno en inglés, que son enólogos que asesoran por distintas bodegas del país o del mundo, haciendo en todas lo mismo, y que los vinos son todos iguales, sean de Ribera del Duero, de Móstoles o de Honolulu.
Fin del chiste.
Sí hasta aquí era todo gracioso, lo que viene son bodegas llenas de vino hasta las trancas, vinos que salieron a un precio que no lo valían, y ¿quién cojones los compra ahora?. Nadie. No hay visas de empresa, vamos con lo justo, los vinos siguen llegando añada tras añada y los intrépidos inversores en bodegas se están ahogando en su propio vino. Las hipotecas de las fastuosas bodegas siguen venciendo cada mes, y los de las botas del Decathlon siguen sin beber vino, siguen con su Coca Cola en lata metida en la mochila, para poder tragarse el pincho de tortilla de patata que es lo único que comen. Restaurantes vacíos, las tapas de los bares que se arriesgan a hacerlas cada día a la basura, y el vino esperando,.... esperando ¿a quién?.